El procurador es un hombre profundamente religioso (su tesis de grado lo corrobora) y sus creencias parecen tener influencia en las decisiones que toma, su arrogancia le ha ganado la desaprobación de que ahora goza.
El alcalde Petro es prepotente e impulsivo, parece actuar primero y pensar después y su habladito de perro mojado no le gana simpatías, pero es un político hábil y esta arrastrando a todo el que puede al interior del problema, incluidos organismos internacionales.
Cualquiera de los dos que imponga su tesis se volverá insoportable, si es el Procurador se crecerá tanto que aguantarlo no será posible y quien sabe que será de los bogotanos si se queda Petro.
No le sirven a la democracia estas situaciones y tampoco será agradable el escándalo para los propósitos electorales de Santos.